Un pequeño cachorro, que no tenía ni un mes de edad, fue cruelmente arrojado a un pozo. El pobre cachorrito estaba solo, sin nadie que lo cuidara. Estaba temblando de frío y llorando por su madre.
El sonido de los llantos del cachorro resonó por toda la vecindad hasta que alguien con un buen corazón los escuchó y rápidamente se dirigió al hoyo. Al llegar a la escena, el individuo se entristeció profundamente al ver al cachorro vulnerable y supo que tenían que tomar medidas para rescatarlo.
La persona de buen corazón llevó al perrito al hospital de animales cercano, donde recibió una cama cómoda y una comida abundante. El veterinario lo revisó y determinó que estaba experimentando desnutrición y temperatura corporal baja.
El veterinario trabajó incansablemente para cuidar al cachorro hasta que recuperó la buena salud y, en poco tiempo, el pequeño cachorro estaba nuevamente saltando con su vigor habitual. La persona de buen corazón que lo había salvado sintió un vínculo especial con la pequeña criatura peluda y decidió darle un hogar para siempre al adoptarlo.
Tan pronto como le dieron el apodo de Lucky, rápidamente lo aceptaron como una adición adorada a su hogar.