Flora, en sus innumerables formas, posee el poder de evocar una cascada de emociones. Una sola flor, ya sea vislumbrada o perfumada, puede desbloquear una avalancha de recuerdos. Mientras se embarca en su viaje helénico, esté atento a estas maravillas botánicas en particular.
Durante eones, la vegetación ha desempeñado un papel fundamental en la cultura helénica. En la tradición antigua, estos seres verdes eran utilizados como instrumentos divinos o emblemas de hazañas divinas. El letal pero seductor acónito, sugiere la tradición, surgió del venenoso esclavista del malévolo Kerberos. Prometeo, en su astucia, ocultó el fuego celestial dentro del colosal tallo de un hinojo.
.
.
.
.
.
En la vida helénica contemporánea persiste la reverencia por la flora. El sabor salobre de una aceituna o el brillo sedoso de su aceite realzan nuestras creaciones culinarias. La vivacidad de la menta y el profundo carácter terroso del orégano imbuyen a nuestra comida robusta de vivacidad y profundidad. Sin embargo, nuestra adoración se extiende a aquellas plantas que carecen de aplicación gastronómica.
Tu escapada a las islas helénicas te expondrá a una gran variedad de flores. Florecen indómitas, desde los picos alpinos hasta el borde oceánico, infundiendo a los céfiros su aroma a sacarina y presentando un banquete visual vibrante. Su fragancia, una vez encontrada en tu domicilio, te teletransportará a los días idílicos pasados junto al azul del Egeo.